Primera de feria
Madrid, 6 de mayo de 2010
Comienza el largo serial de San Isidro bajo un guión ya conocido. Los seis actos de este primer libreto se escribieron bajo idéntico signo: escasez de fuerza, raza la justa y un ir y venir por la arena sin gracia ni emoción. Eso sí, con la excepción del segundo, que bajaba bastante, Salvador Domecq mandó una corrida dignamente presentada y variada de capas. El sobrero, que hizo sexto, del hierro de Navalrosal, no mejoró la tarde, sobre todo por lo mal picado que estuvo. Pero para que se pueda hacer el toreo según la recta doctrina hace falta otra cosa, esa que ya nos vamos acostumbrando a que falte cada tarde, para que podamos bostezar en los tendidos.
Con semejante material resulta dificultoso entrar a fondo en lo ocurrido en el ruedo venteño. Pero eso no quita para conceder a Curro Díaz (de verde botella y oro) el mérito de saber sobreponer apreciables dosis de estética sobre la falta de emoción del cuarto de la tarde, al que tras una limpia estocada, le cortó la primera oreja de la feria.
Nos quedamos con la ganas de ver los progresos que se intuyen en Eduardo Gallo (de verde hoja y oro), al que solo se le pudieron apreciar chispazos aislados. Otro tanto ocurrió con un academicista Juan Bautista (de marino y oro).
Acudir ahora a un canto nostálgico o reivindicativo, que a estas alturas da lo mismo, de eso toro capaz de crear emoción, con el que además un afamado diestro pueda desgranar el arte, no deja de ser pura melancolía. Como suenan clarines electorales partidos catalanes, después del invierno que nos han dado a todos, salen ahora pidiendo una moratoria de dos años en la tramitación de la ley abolicionista que predican. El voto en la urna no tiene color: todos valen. Digo yo sino sería más de agradecer que esa moratoria se dirigiera al toros descastado, que de toriles salen ya picados y con los que difícilmente se puede sentir la grandeza del toreo. Pero eso sí es que es pura melancolía.©Antonio Petit Caro
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