Vigésimo tercera de abono
Madrid, 28 de mayo de 2010
Seamos sinceros. Si los cuatro toros que hoy ha echado al ruedo madrileño el ganadero de Palha hubieran tenido el hierro, un suponer, de Juan Pedro Domecq, ¿qué habría ocurrido en los tendidos? Para mí que habría sido de aplicación aquella expresión metafórica que usaban no pocos revisteros antiguos según la cual “le habrían pegado fuego a los tendidos”. Vamos, que no hay que ser Rapel para adivinar que los cuatro habrían vuelto para donde habían salido. Pero, amigo, resultaba que no, que llevan el hierro de Palha, con su leyenda de poder y riesgo. Y ni en el 7 se inmutaron.
Lo cierto es que el ganadero portugués sólo pudo lidiar cuatro de los ocho toros que trajo a Madrid. Y a los cuatro les faltaba un hervor. O dos. Una presentación impropia del criador que por la mañana recibió el premio a la corrida mejor presentada y más completa del pasado año. Pero mire usted por donde salió un tercero de premio.
Mientras que transcurría su lidia me venía a la cabeza un pasaje de Manuel Chávez Nogales en su biografía sobre Belmonte. Se narra allí lo ocurrido cierto día en el que un joven torero explicaba al Pasmo de Triana su ferviente deseo de que le saliera un toro bravo, por lo preparado que estaba y las ansias de triunfo que tenía. Juan, que era muy buena gente además de taurinamente sabio, le contestó escuetamente: “Pídele a Dios que no te toque nunca un toro bravo”.
Más o menos es lo que ocurrió con este tercero de hoy. Le correspondió a Francisco Javier Corpas, un torero joven y poco placeado, vestido hoy de rosa y oro, al que le desbordaron las embestidas de este “Lezirio”. Los taurinos suelen decir que “se le fue”. No soy partidario de reprochárselo; sencillamente anoto que semejante enemigo al torero le llegó a destiempo, vamos cuando aún no estaba preparado para semejante festín.
Paradojas de la vida. La corrida se completó con dos colorados cinqueños de El Torreón, muy armados y grandes; desproporcionados para lo que suele ser esta ganadería. Los dos más que potables para el torero. Y de nuevo la mala suerte de que uno de ellos le correspondiera a Corpas, que cuando se serene no olvidará esta tarde. Lo siento, torero.
Al otro bueno de El Torreón Fernando Robleño (de blanco y oro) le cortó una oreja. A diferencia de otros, ninguna objeción al premio. Tardó en cogerle el sitio, pero cuando lo hizo nos regaló unas serie de mérito, previas a una estocada marcando bien los tiempos. Con el “palha” que hizo segundo, que tenía su guasa, el madrileño cumplió, aunque luego “ni pagado ni agradecido”, que diría un castizo.
La peor suerte le correspondió a Jesús Millán (de grana y oro), que estuvo empeñado y cumplidor ante tareas imposibles. Por cierto, en su segundo Carlos Casanova y Jesús Arruga protagonizaron un tercio de banderillas sencillamente épico. Mi sombrerazo a los dos.
Otro si: ¡Vaya remate para esta feria!. Después de traer a los corrales una decena de toros, Adolfo Martín no ha conseguido que le aprueban más que dos. Mañana sábado, en la ultima de este abono, se lidiará --si se aprueba-- una corrida del márques de Domecq. Huelga todo comentario
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