jueves, 27 de mayo de 2010

No remonta

Vigésimo segunda de abono
Madrid, 27 de mayo de 2010
Los taurinos dirán que la feria no remonta. A estas alturas, uno se conformaría siquiera con llegar el entresuelo. Pero ni por esas. Tampoco en este tramo mal llamado torista. Y aquí sí que no cabe ya el sufrido recurso de acudir a las lluvias del inicio de la primavera como causa y origen de todos nuestros males.  El aficionado no quiere, porque prefiere mantener viva la ilusión, pero nos están haciendo llegar a la conclusión de que algo le ocurre a la cabaña de bravo y no es precisamente bueno. Pero, en fin, arriba los corazones,  tomemos aire para los diez días que todavía nos quedan en Las Ventas y alimentemos la esperanza.
Hoy han sido los toros de Javier Pérez Tabernero, una de las versiones actuales de los antiguos “atanasios”. Al final se lidiaron sólo cinco, porque el segundo fue devuelto, como le ocurrió al primer sobrero, y luego al segundo y, al fin, el tercero –del hierro del Conde de Mayalde-- pudo ser arrastrado por las mulillas. De todos, se intuía que el mejor era el sobrero de Domínguez Camacho, con la mala fortuna de ser uno de los que se inutilizó en el ruedo. De la divisa titular medio permitieron el toreo tercero y cuarto, más que nada porque se desplazaban, aunque con violencia y grandes desigualdades. Pero todos, además de una presentación muy poco pareja, sacaron violencia y mansedumbre, resultaron complicados para la lidia y, desde luego, imposibles para “ponerse bonito” delante de ellos. Por eso la larga corrida –dos horas y media—no pudo resultar más que tediosa y aburrida.
Por los toreros no fue.  El Fundi –de fresa y oro—mató la corrida sin agobiarse, como es lógico, e incluso se permitió ciertos lujos con su segundo.  Alberto Aguilar –de azul cobalto y oro— tiene el santo de espaldas en Madrid: con las ganas que tiene la afición de verle, no le sale ni  por encargo un toro que medio se deje hacer el toreo; medio se dejó el de Mayalde y la afición se lo agradeció con creces. Momentos, solo momentos, emotivos tuvo Luis Bolívar –de rioja y oro— con el tercero de la tarde, que a la tercera serie el toro dijo “basta”, y cambió el panorama.  
Y se acaba el espacio, un poco desolado. Decía un viejo periodista, director y buen formador de periodistas, que al escribir la crónica de cualquier  acontecimiento que ha discurrido mal, el lector siempre agradece que su autor no la concluya sin dejar al menos una palabra de esperanza, porque es mala receta dejar a quien te lee en la triste negritud de lo fracasado. Llevo la feria tratando de cumplir con tan sabio consejo, pero cada día nos lo ponen más difícil.

©Antonio Petit Caro

Parte médico de Sergio Aguilar: 'Puntazo en cara interna del tercio inferior del muslo izquierdo. Pronóstico leve que no le impide continuar la lidia'.

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