Tercera de feria
Madrid, 8 de mayo de 2010
Antes que nada, adelantemos que ha sido tarde tan pesada como las nubes, con una plaza con más de tres cuartos de los tendidos llenos. El aburrimiento general vino, en buena medida, por no decir en toda, del nada lucido debut ganadero de Antonio Bañuelos –que sólo pudo lidiar cuatro toros--, con dos remiendos de Osborne, que no mejoraron el tono general. Desiguales de presentación, aunque en general bien armados, luego se vinieron abajo, ya por falta de fuerza, ya por carencia de raza, ya por ambas cosas.
Entre semejante material y un cierto desangelamiento, a José Ignacio Uceda Leal (de corinto y oro) se le fue la tarde en blanco. Dentro de la atonía general más excusa tuvo quizás El Capea (de rosa y oro), con un lote sencillamente imposible. Pero con el mismo material que sus compañeros de terna. El juvenil Javier Cortés (de grana y oro) dejó de manifiesto una voluntad férrea por destacar; en unas ocasiones con mas lucimiento que en otras, pero siempre muy firme y decidido.
El madrileño Cortés es un caso. Curtido de novillero a base de su propio esfuerzo, se alternativó el pasado febrero en la Feria de Invierno en la carabanchelera Vista Alegre, donde dejó un impresión muy grata. Y ahora, tres meses después, regresa a Madrid para confirmar en Las Ventas. A eso toda la vida se le ha llamado darla cara. Tiene la obsesión de hacer las cosas de verdad, aunque no pocas tardes el triunfo se le fue por la espada (hoy en cambio, se tiró derecho como una vela para matar al sexto). Cierto que está por hacer, como todo torero recién doctorado, pero tiene una vocación torera dispuesta a sobreponerse a las circunstancias. Y si persevera, lo conseguirá.
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