El valor siempre tuvo premio en el Toreo
Sexta de abono
10 de julio de 2010
Qué no hay público más soberano que el que llena una Plaza, es una verdad incuestionable. Hoy se ha puesto de manifiesto en Pamplona, cuando los tendidos del sol, pero también buena parte de la sombra, se asombró, primero, con los alardes de valor de Joselillo (de blanco y oro) y luego reclamó honores de gloria para el vallisoletano. Y allá que se fue el torero, a hombros por la Puerta Grande de esta Monumental, que un día más estaba a rebosar de gente.
No me extrañaría nada que se entrara ahora en la polémica de si la Presidencia debía haber concedido o no el segundo trofeo, en razón del lugar donde cayó la espada. Respeto la opinión en contrario, pero discrepo. Y no precisamente por remar a favor de la corriente, que en la Monumental navarra era evidente su dirección. Discrepo en esa polémica, primero, porque al juzgar lo que ocurre en un ruedo uno no se puede --para mí, tampoco se debe-- sustraer al ambiente de emotividad que se creó en este sexto toro bis, desde el momento en el que Joselillo tiró la moneda al aire, hincándose de rodilla en los medios sin saber a ciencia cierta por donde iba a romper su enemigo. Pero también porque, las rigurosidades para ser justas tienen que responder a un cierto escalafón, en la misma medida que no se debiera mantener idéntico nivel de exigencia con quien es la máxima figura que con quien pelea contra viento y marea por salir adelante. Esa figura no es ni generosidad, ni menos permisivismo; es repartir la tarta teniendo muy presente la realidad de cada uno. En cualquier caso, se trata de una polémica menor: en unas semanas le volveremos a ver a Joselillo bailando con la más fea en la siguiente feria. O sea, que haya paz y demos tiempo al tiempo.
En esta sexta del abono se anunciaban los toros de Dolores Aguirre, lidiados todos ellos con divisa de luto por el reciente fallecimiento de su marido, Federico Lipperheide. La ganadera bilbaína se trajo hasta Pamplona una seria corrida, más en el tipo de los “atanasios” que en los de “condedelacorte”. Luego, abundó la mansedumbre, aunque echó un segundo toro de tocarle las palmas, bien aprovechado por David Mora, y un sexto que creaba emoción. No fue, desde luego, ni la gran corrida que lidió el pasado año en Pamplona, o la de este año en Madrid. Pero tuvo momentos de interés.
Iván Fandiño --de lila y oro-- a la postre fue el peor librado: ninguno de sus dos toros le dio opción alguna. Su primero iba y venía a su aire con sosería extrema; el cuarto presentó complicaciones serias, como para exigir lo que hizo el torero vasco: lidiarlo sobre las piernas y matarlo.
De la mano de Rafael Corbelle, David Mora (de tabaco y oro) sigue en su carrera de progreso, que no es poco en las actuales circunstancias, tan difíciles para meter la cabeza en un cartel; por eso salió tan entregado, con capote y muleta. De hecho, estuvo muy digno durante toda la lidia del buen segundo de la tarde, con momentos verdaderamente brillantes. Se le concedió una oreja a ley. De nuevo en el quinto se mostró muy decidido, aunque su enemigo no se prestaba a mayores alegrías.
Dos notas sobre las cuadrillas. La mala, la espectacular cogida de Martin Soto, cuando trataba de banderillear al tercero que, además de diversos traumatismos, le produjo la fractura de una clavícula. Y una buena, la sorpresa del “tercero” Víctor Manuel Martínez, que se sopló dos excelentes pares de banderillas.
© Antonio Petit Caro
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