Guapa por fuera, sin contenido por dentro
Tercera de abono
7 de julio de 2010
Luminoso y de agobiante calor este día de San Fermín. El graderío, hasta los topes, como si a las ocho y media no ocurriera nada en Sudáfrica. Esta Pamplona cuando llegan los días de su Santo Patrón es única. Hasta para las broncas: se inició la tarde con las ruidosas protestas de las Peñas hacia la alcaldesa, Yolanda Barcina, que la aguantó a pie firme, con sosiego, que es cómo afrontan las personas inteligentes estas situaciones, ni displicencia, ni desaires. Pero minuto y medio después, cuando los alguacilillos comienzan esa especie de competición hípica de todos los días, aquí ya no había pasado nada.
Y para este día la Meca había reservado la corrida de Peñajara, de muy digna presentación, aunque en escalera en cuanto a bulto; al ruedo salieron de menos a más. Luego su juego dejó mucho que desear, si exceptuamos al tercero, un precioso sardo que tomaba los vuelos de la muleta que era un primor, aunque luego se vino abajo antes de tiempo.
Dicho lo cual hay que anotar que escaso margen de maniobra tuvo el riojano Diego Urdiales (de fucsia y oro) ante su lote, fuera de mostrarse con la firmeza habitual. Otro tanto ocurrió a Luis Bolívar (de blanco y plata). Como se decía antiguamente, ambos cumplieron con dignidad y oficio.
Caso distinto, y bien lo siento, fue el de Salvador Cortes, que tuvo en sus manos un primer toro excelente, pero una excelencia que el torero sólo advirtió ya muy mediada su faena, cuando dejó de tocarlo con brusquedad e hizo más sedosos sus manejos de la muleta. ¡Qué pitón izquierdo! Pero para entonces su enemigo ya había dicho que hasta luego, que ya valía de hacer el avión. Con todo, la afición navarra, que la hay, que aquí no todo es ruido, le ovacionó fuerte. Ante el sexto no tuvo mejor opción que la de sus compañeros: cumplir.
© Antonio Petit Caro
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